Conocimientos Astronómicos de los Incas

Conocimientos Astronómicos de los Incas o Astronomía Inca en Perú

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Nota: véase más información relativa al calendario inca y a la diversidad ecológica y cultural del imperio inca (véase más detalles).

Conocimientos Astronómicos y Planetarios de los Incas (Astronomía Inca)

Los planetas en las cosmovisiones incaicas

La determinación del papel exacto de Venus y otros planetas en la cosmovisión inca se encuentra con un problema importante de orden terminológico y clasificatorio: la palabra quechua coyllur (quyllur) se refiere a una clase de fenómenos que incluye las estrellas y las constelaciones, pero también los planetas, los meteoritos (y/o bólidos) y los cometas, así como las «constelaciones negras», es decir, las nubes oscuras de la Vía Láctea.

Al analizar los datos referidos a los distintos tipos de «coyllur», resulta que la información sobre los planetas es muy escasa. Aparte de Venus, no se conocen nombres propios de ningún otro planeta, y la única distinción en los diccionarios quechua y aymara entre estrellas y planetas es que estos últimos se denominan «Hatun ccoyllur» o «Hacha huara huara», que significa «estrella grande». Debido a este vacío, si no a la ausencia en las fuentes, los estudios sobre este tema son muy escasos, y están casi ausentes en los principales compendios que tratan de la astronomía andina prehispánica.

Sólo Venus parece haber gozado de un culto de alcance panamericano. Entre los incas era conocida con dos nombres: Chasca Coyllur y Chuqui Illa. Como se demostró, estos dos nombres probablemente se refieren, por separado, a los dos aspectos de Venus: Chasca Coyllur, la Estrella de la Mañana, asociada al Sol; mientras que Chuqui Illa se refiere a la Estrella de la Tarde, relacionada con el Señor del Trueno (ver respecto a las guerras).

Venus: Patrona de la Juventud

La aparición matutina de Venus estaba aparentemente relacionada con los ritos de iniciación a la pubertad de los adolescentes masculinos:

Al ponerse las huaras cuando tienen [los niños] ocho o diez años, suelen tener casi las mismas supersticiones (que antes de la Conquista), y se ha encontrado en este particular, como dicen que usaban en el pasado, hacer sacrificio a Venus, que en esta provincia, llaman Huarac, y tal vez esto alude al nombre de las huaras.

Esta asociación también era válida entre los incas. Venus, en sus dos aspectos, como Estrella de la Tarde y Estrella de la Mañana, era considerada la patrona (y tutora) de la juventud aristocrática del Cusco: «Otro templo de Luzero Chasca Cuyllor, Chuqui Ylla, uaca bilícacona. Allí entraron (las auquiconas y ñustaconas, príncipes) a sacrificar, como aquellos eran dioses de ellos, de la juventud» (Guaman Poma, 1615/1616, fol. 263, p. 265, con ligeras modificaciones).

El nombre de Chasca Coyllur, atribuido a Venus en su aspecto de Estrella de la Mañana, presenta interesantes connotaciones simbólicas: «Llamaban [. . .] al planeta Venus Chasca, ‘rizado’ o ‘melenudo’, por sus muchos rayos» (Garcilaso de la Vega, 1608 Parte I, Bk. II, Cap XXI, p. 72). La relación con el cabello tiene dos aspectos: uno de carácter general, con al menos algunas «estrellas» asociadas al crecimiento del cabello o la lana. Por ejemplo, la «constelación negra» de Yacana en el mito de Huarochirí, se encargaba del crecimiento de la lana de las llamas. El otro aspecto es más específico, y posiblemente se refiera a la ceremonia del «corte de pelo», que formaba parte de los rituales de iniciación de la juventud inca.

La ambigüedad de Venus tiene varios aspectos, entre otros, el sexual: el astro es protector de la juventud de ambos sexos, según el citado fragmento de Guaman Poma. En el dibujo de Pachacuti aparece una vez a la izquierda, con nombre masculino «abuelo», y otra vez a la derecha, como «abuela».

Nótese que este aspecto andrógino se revela también en otros fenómenos asociados al «Señor del Trueno», por ejemplo, el Arco Iris. Es un concepto aún vigente en las creencias contemporáneas, que consideran el conjunto de fenómenos atmosféricos como ambiguos en cuanto a su clasificación «sexual». El Arco Iris se imagina (a veces) como una serpiente bicéfala y bisexual.

Volviendo a Venus y su relación con los ritos de la pubertad: ¿Significa esto que el ciclo sinódico del planeta (584 días, por término medio) regulaba los rituales de iniciación, por la asociación de las fases del ciclo con determinados rituales? No hay ninguna confirmación explícita al respecto, una indicación indirecta, en forma de explicaciones poco claras sobre la fecha de la principal ceremonia de iniciación llamada «huarachicu» y la indudable diferencia de edad de los sujetos admitidos en ella. Esto parece sugerir que el «huarachicu» (Inca) podría ser móvil, según un ciclo de duración diferente al año solar.

Venus, el Señor del Trueno, y el Rey Inca

La estrecha relación de este astro con el Señor del Trueno ha sido mencionada por varios autores y ya señalada a nivel terminológico. El segundo nombre Chuyqui illa se atribuye a Venus, pero también a una de las manifestaciones del Señor del Trueno. Esto nos lleva a considerar cómo los incas (y otros pueblos andinos) visualizaban a esta divinidad en la bóveda celeste:

Imaginaban al rayo, proveedor del agua preciosa, como un hombre en el cielo cuya forma es trazada por las estrellas con una maza en la mano izquierda y una honda en la mano derecha, vestido con ropas brillantes que daban la chispa al relámpago cuando tiraba de la honda provocando el trueno cuando quería que cayera la lluvia [. . .].

(Cobo, 1653 Parte II., Cap. XII; Cap. XIII, Cap. VII, con ligeras modificaciones)

Hasta la fecha no existe una identificación clara de esta divinidad con una constelación o grupo de estrellas concreto. Sin embargo, Venus, en su aspecto de Estrella Vespertina, representaba el «Rayo de Hanan Pacha», es decir, el proyectil lanzado por el dios del Trueno con su honda (véase su influencia de los incas).

Otros planetas

Hay una falta casi total de datos sobre los planetas distintos de Venus, e incluso la información sobre Venus es escasa. El Inca Garcilaso afirma categóricamente que: «Sólo se fijaron en estos tres planetas [Sol, Luna y Venus] por su tamaño, esplendor y belleza, e ignoraron los otros cuatro planetas» (Garcilaso de la Vega, 1963 [1608 Parte I, Bk. II, Cap XXI], p. 72); Cieza es menos extremista en su opinión sobre ese tema, ya que sostiene que, además del Sol y la Luna, los incas también observaron los planetas: «tienen gran cuenta con la Luna y con los planetas [. . .]» (Cieza, 1553, Parte I., Cap. LXV, traducción del autor). Lamentablemente, no ofrece detalles en apoyo de esta afirmación.

El único dato histórico que podría interpretarse en el sentido de «pronóstico», es decir, como la descripción de un sistema de adivinación basado en la observación de los planetas, es un mito sobre los signos celestes que anunciaron el «Diluvio» (evidentemente, en su versión andina):

En la provincia y pueblo de Ancasmarca, que está a cinco leguas del Cusco, en la parte del Antisuyo, tienen la siguiente fábula: Dicen que cuando iba a venir el diluvio, un mes antes los carneros (llamas) mostraban gran tristeza y que durante el día no comían y en la noche miraban a las estrellas, el pastor encargado les preguntó por qué están tan tristes, a lo que respondieron que miraban esa conjunción de estrellas; de acuerdo a lo cual el mundo se acabará con el agua (diluvio).

(Molina «El Cusqueño», 2008 [1575], fol. 5r-5v, p. 144, traducción del autor)
La importancia de este mito radica no sólo en subrayar una vez más el importante papel en la cosmovisión andina de las predicciones basadas en observaciones astronómicas, sino en la propia naturaleza del fenómeno mencionado: una «conjunción de estrellas». Obviamente, las estrellas mismas tienen posiciones fijas en el cielo, y no pueden formar conjunciones ocasionales y variables; por ello, es más probable que se refiera al movimiento de uno o más planetas sobre el fondo de las constelaciones. Si se acepta la autenticidad del mito, éste sería el único relato andino sobre adivinación basado en la observación de los planetas. Pero también puede ser una invención del cronista, basada en el recuerdo de la famosa profecía europea del «Diluvio Universal», pronosticado para el 21 de febrero de 1524. El pronóstico se basaba en un número poco común de conjunciones de los planetas en el signo zodiacal de Piscis, y no sólo causó una grave preocupación en la época, como demuestran varios panfletos, dibujos, etc., sino que también produjo un importante malestar social, especialmente en Alemania (Beer, 1967, pp. 220-221; véase también Hartner, 1967). Cabe subrayar que los conceptos astrológicos estaban muy extendidos y eran discutidos por las personas alfabetizadas de la época, y algunas de ellas practicaban la astrología, por ejemplo, el famoso cosmógrafo Pedro Sarmiento de Gamboa (Brosseder, 2010).

La atribución a los representantes de las culturas andinas de ciertos conceptos europeos ha sido señalada en algún texto. Un enfoque similar aparece en un estudio reciente de Subhash Kak, en el que el autor presenta otro análisis del famoso ábaco «Yupana» o inca, representado en uno de los dibujos del cronista Guaman Poma de Ayala. Kak elabora un modelo bastante complejo de cómo utilizar dicho instrumento y sugiere que los números representados en el objeto dibujado por Guaman Poma se refieren a ciclos sinódicos de Júpiter, Saturno, Venus, Marte y Mercurio. Sin entrar en una discusión detallada de esta hipótesis, cabe señalar que el sistema de cálculo propuesto por Kak es totalmente arbitrario y carece de cualquier apoyo en las fuentes históricas relacionadas con las culturas andinas. Además, este autor utiliza, en apoyo de su reconstrucción, un documento de muy dudosa autenticidad, el Exsul Immeritus Blas Valera Populo Suo. En síntesis, el problema de la observación de los planetas en los Andes prehispánicos queda en gran medida sin resolver.

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