Filosofía Peruana

Filosofía Peruana en Perú

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No se puede decir que haya propiamente una filosofía peruana sino que más bien debe hablarse de la filosofía en el Perú, lo que corresponde también al carácter universalista de la filosofía cuando efectivamente es filosofía.

De otro lado, se puede también tomar el término «filosofía», no en su sentido más estricto, sino en cuanto pensamiento o conjunto de ideas, sobre todo si se tiene en cuenta que hasta fines del s. XIX el filosofar en el Perú tuvo estrecha relación con otras actividades intelectuales a menudo orientadas a la práctica.

Siglos XVI-XVIII
Del pensamiento mítico preincaico, que puede interpretarse como prefilosofía autóctona, nos da noticia el dominico cuzqueño Francisco de Ávila (1573-1647), cuya copiosa obra encuentra su mejor edición, aunque en traducción alemana, en Berlín (1967); el pensar mítico-religioso incaico, que involucra importantes elementos culturales de las regiones conquistadas por el Cuzco, nos ha sido transmitido por los cronistas.

Casi contemporáneamente con la acción hispánica aparece en Perú una manifestación de neoplatonismo renacentista, cuyo representante egregio es Garcilaso de la Vega, el Inca (1539-1616), que traduce del toscano los Diálogos de amor de León Hebreo (1570). Pero en el terreno más propiamente filosófico la época colonial peruana presenta principalmente un florecimiento de la escolástica, es decir, de la filosofía y teología relacionadas entre sí, y con sus importantes aportaciones a la moral y al derecho.

La concurrencia de diversas órdenes religiosas a la formación universitaria contribuyó a la fundación de cátedras con las corrientes teológicas y filosóficas correspondientes a ellas: jesuitas, como José de Acosta (1539-1600) autor de la Historia natural y moral de las Indias (1596), Esteban de Ávila (1515-1601), Alonso de Peñafiel (1593-1637) que escribió una Filosofía Universal en 4 tomos publicada en 1653-1660, Leonardo de Peñafiel (1597-1652), Juan Pérez de Menacho (1565-1626), moralista limeño de gran autoridad, Diego de Avendaño (1594-1688) y el limeño Martín de Jáuregui (1619-1709?); el escotista Jerónimo Valera (1568-1625), comentarista de Aristóteles, y otros franciscanos, así como dominicos, agustinos y mercedarios, y el tomista secular cuzqueño Juan de Espinosa Medrano (1632-1688), explican e interpretan la filosofía y la teología, y sus grandes maestros (Tomás de Aquino, san Agustín y san Buenaventura), generalmente en línea con los filósofos y teólogos modernos, colegas suyos en Europa.

Filósofos y científicos son Francisco Ruiz Lozano (limeño del s. XVII), el jesuita limeño Nicolás de Olea (1635-1705) que, siendo aristotélico, refleja las concepciones científicas renacentistas, y el jesuita José de Aguilar (1652-1708) cuyo Curso filosófico (1701) también muestra un conocimiento de las nuevas ciencias.

El advenimiento de los Borbones al trono de España favorece, como en la metrópoli, la introducción en el Perú de las ideas francesas de la Ilustración; con ello se acentúa la investigación científica —el polígrafo Pedro de Peralta Barnuevo (1663-1743), Cosme Bueno (1711-1798), Eusebio Llano Zapata (1720-1780), José Hipólito Unanúe (1755-1833)—, se descubre el Perú como objeto de estudio y se despierta el sentimiento nacional en la Sociedad de Amantes del País. Su órgano, el Mercurio Peruano (1791-1794); reúne a los más connotados vehículos del enciclopedismo. La enseñanza es reformada, inspirándose en ideas ilustradas: P. J. Chávez de la Rosa (1740-1819), Toribio Rodríguez de Mendoza (1750-1825), José de Baquijano y Carrillo (1751-1818); se promueve el conocimiento de René Descartes y Gottfried Wilhelm Leibniz, y se introducen, pese a la prohibición oficial, en el público culto los libros portadores del espíritu racionalista ilustrado —Fr. Diego Cisneros (m. 1812)—. Con estas ideas se prepara la independencia política (1821) y se abre la puerta a otras influencias ideológicas foráneas.

Siglo XIX
La organización de la República estimula la filosofía política, y se perfilan dos tendencias (conservadores y liberales), una que subraya la idea de orden y otra que proclama la libertad; y que se vinculan, respectivamente, con la ortodoxia católica y la defensa de los valores del espíritu y con el anticlericalismo y el sensualismo. Liberales son Manuel Lorenzo Vidaurre (1773-1841), Benito Laso (1783-1862), Francisco de Paula G. Vigil (1792-1875), Francisco Javier Mariátegui (1793-1884), Mariano Amézaga (1834-94). En el otro lado tenemos a José María Pando (1787-1840), y a Bartolomé Herrera (1808-1864), figura eminente del pensamiento peruano, hispanista, que inspirado en François Guizot, Gaspar Melchor de Jovellanos, Jaime Balmes y Juan Donoso Cortés, sostiene la soberanía de la inteligencia. Al promediar el s. XIX la oposición doctrinal tiene su expresión en la rivalidad entre el Convictorio Carolino —cuyo rector es Herrera— y el Colegio de Guadalupe —cuyos exponentes son Sebastián Lorente (1813-1884), Pedro y José Gálvez— que sustenta la soberanía popular. Este ambiente, en que influyen la escuela escocesa y el krausismo, es el lugar de enfrentamiento entre sensualismo y racionalismo; hay en él una tónica romántica. Al diluirse en un eclecticismo y acallarse la polémica política, el ambiente se hace receptivo para el positivismo, que se va extendiendo a fines de siglo.

La ideología del positivismo conoció una gran expansión en toda Iberoamérica, y en el Perú se caracteriza por:

a) su importación tardía;

b) su imprecisión, pues incluye tendencias kantianas y materialistas y subraya notablemente a Herbert Spencer;

c) representar una reacción contra el anquilosamiento del eclecticismo;

d) ser menos vigoroso y duradero que, por ejemplo, en México o Brasil; y

e) no comportar la instauración de la «Religión de la Humanidad» sino, por el contrario, admitir cierta aceptación o adaptación en católicos (Polar) o espiritualistas (Capello).

Figuras principales: Manuel González Prada (1848-1918) figura de la izquierda, excelente prosador, elegante poeta (Minúsculas, 1901), cientifista; más que un filósofo positivista es un literato crítico radical de la sociedad peruana que emplea esa doctrina como trasfondo ideológico; discípulo de Guyau y Ernest Renan, cree en un futuro de moralidad sin principios metafísicos ni religiosos. De ideas anarquistas, sus artículos fueron después reunidos en libros, especialmente, Páginas libres (1894) y Horas de lucha (1908); detractor de todo lo católico y tradicional, es ateo y anticlerical militante (Presbiterianas, 1908). Se encuentra en el centro de una polémica en que unos elogian su estilo y sensibilidad, rebeldía social y significación en las letras y movimientos de izquierda peruanos, y otros señalan como injustas sus generalizaciones.

Javier Prado y Ugarteche (1871-1921) presenta primero una fase de franca crítica agnóstica del conocimiento humano inspirada en Guyau, Fouillée y Herbert Spencer, cuyo evolucionismo le lleva a considerar la filosofía positiva como la culminación del proceso histórico del pensamiento (La evolución de la idea filosófica en la historia, 1891). En una segunda etapa asume, bajo la influencia de William James, Émile Boutroux y Henri Bergson, una actitud crítica frente al positivismo; afirma que el espíritu está sujeto a través del tiempo a una evolución en tres etapas:

a) propónese el problema de la sustancia, supuesta con fundamentos reales;

b) interrógase a sí propio en cuanto subjetividad;

c) supera este dualismo.

Todo es entonces interpretado como un devenir continuo, sea dentro del naturalismo, espiritualismo, voluntarismo o pragmatismo (Lecciones de historia de la filosofía moderna, 1915); aplicó también el método positivista al Derecho penal.

Mariano H. Cornejo (1867-1942) es el fundador de la sociología en el Perú (Sociología general, 2 vol., 1908-1910); su libro es de un naturalismo evolucionista y un organicismo moderado; el primer tomo muestra acentuada influencia de Auguste Comte y Herbert Spencer; el segundo, que trata de los productos sociales, está emparentado con la Völkerpsychologie de Wilhelm Wundt. Otros positivistas: Jorge Polar (1856-1932), Joaquín Capelo (1852-1928), Carlos Wiesse (1859-1945) —sociología—, Manuel Vicente Villarán (1873-1958) —filosofía jurídica y política—.

Siglo XX
El positivismo en unos aspectos fue un fenómeno «cerrado y miope» (E. Barboza) pero en otros se abre a través de Fouillée a un no-naturalismo espiritualista. Una reacción de espiritualismo frente al positivismo se debe a Alejandro Deustua (1849-1945), figura importante de la filosofía en el Perú por su obra e influencia. Para él había estado el pensamiento en su país monopolizado por el intelectualismo, sea aristotélico, ecléctico o positivista, y consideró que su misión era revolucionar, mostrar la impotencia de la inteligencia y abrir así nuevas posibilidades a la especulación. Comienza inspirándose en Masci y algunos eclécticos pero descubre en Wilhelm Wundt el camino del antiintelectualismo, y aplicando sus teorías en el curso su sociología adhiere al voluntarismo. En estética se inspira primero en Hippolyte Taine, y después en Henri Bergson; estimulado por él desarrolla una filosofía preponderantemente estética, intuicionista y evolucionista. Contrapone la idea del orden al sentimiento de libertad, la visión estática a la intuición dinámica y se decide por ésta. Interpretando todo lo existente como producto de la libertad creadora, es Deustúa fervoroso partidario de la espontaneidad subjetiva y detractor de todo lo que sea lógico o mecánico.

La posición de Deustúa significa una vigorosa y eficaz negación del positivismo y materialismo. Obras: Ideas de orden y libertad en la historia del pensamiento humano (2 vol., 1919-1922), Historia de las ideas estéticas. Estética general (1923), Estética aplicada (3 vol., 1929-1932-1935), Los sistemas de moral (2 vol., 1938-1940). Con Deustúa tórnase el bergsonismo la principal doctrina filosófica en la Universidad de Lima; gracias a este prolijo maestro no fue un mero accidente académico sino por casi medio siglo la tradición de ella, de donde irradió a todo el país. Deustúa formó dos generaciones filosóficas: la de 1905 y la de 1920.

José Carlos Mariátegui.
A la generación de 1905 pertenecen: Francisco García Calderón Landa (1883-1953), sociólogo, cuyos ensayos —escritos en Francia, donde radicó por muchos años— muestran la huella de Émile Boutroux y Henri Bergson y se orientan hacia una moral idealista.

Víctor Andrés Belaúnde Díez-Canseco (1883-1966), tribuno e internacionalista de proyección continental, fue estimulado en su juventud por Immanuel Kant, Blaise Pascal y Baruch Spinoza; el primero le mostró la metafísica pura y fría; los otros, la manera de ser del hombre preocupado consigo mismo. Blaise Pascal y Baruch Spinoza representan los polos de la actitud vital: el uno es inquietud, el otro serenidad; deslumbrado al principio por el panteísmo del segundo, es convencido por la intuición viva del primero (Inquietud, serenidad, plenitud, 1951).

Después de esta etapa preliminar asume Belaúnde una actitud decididamente católica; sus trabajos sobre san Agustín y la figura de Cristo (1935) lo colocan como pensador en lugar semejante al que ocupa como agudo intérprete de la realidad social peruana; él mismo califica su situación filosófica como «tomismo cosmológico y agustinismo psicológico».

Óscar Miró Quesada (n. 1884), investigador y divulgador científico, discípulo de Théodule Ribot en la Sorbona, tiene una actitud crítica, abierta al espiritualismo en filosofía, que se aproxima al rigorismo científico; obras: La realidad del ideal (1922), Lo que es la filosofía (1934); en colaboración con su hijo Francisco, El problema de la libertad y la ciencia moderna (1945).

Respecto a la generación de 1920: Pedro S. Zulen (1889-1925) se enfrenta al bergsonismo ambiente (La filosofía de lo inexpresable, 1920), que considera un intento ilusorio, psicológico e intelectualista —pese a la intención intuicionista— de llegar a lo absoluto; influencia de Bertrand Russell hay en su libro Del Neohegelianismo al Neorrealismo (1924).

Honorio Delgado (1892-1969), psicólogo y psiquiatra, representa la orientación alemana contemporánea; al comienzo discípulo ortodoxo de Sigmund Freud, sometió después su doctrina a una crítica espiritualista; su orientación es platónico-aristotélica, con inspiración en Blondel, Karl Jaspers y la fenomenología sobre todo en el aspecto valorativo de la intencionalidad emocional. Delgado da a conocer a St. George, Hermann Keyserling, Karl Jaspers, Alfred Adler y Carl Gustav Jung en el Perú; como filósofo de la cultura (De la cultura y sus artífices, 1961) asume una actitud aristocrática frente a la vida que lo vincula a Herrera y Riva-Agüero, y de interiorización que ve como fundamental en la cultura el acercarse de modo reverencia] al misterio, que es «expresión de la virtualidad religiosa del alma». Obras: El Psicoanálisis (1919), La formación espiritual del individuo (1933), Psicología —en colaboración con Mariano Ibérico— (1933), Ecología, tiempo anímico y existencia (1948). Mariano Ibérico (n. 1892) es el sucesor de Deustúa, continuador y renovador de su tendencia; a su tesis doctoral sobre Henri Bergson (1916) siguen La filosofía estética (1920) y El nuevo absoluto (1926), en que aplica la doctrina de la libertad creadora. En su Psicología —en colaboración con Delgado— y obras posteriores se acerca al aristotelismo y la filosofía de los valores; libro de transición, orientado en Wilhelm Dilthey, es La Unidad dividida (1932). La revaloración estética de la naturaleza (El sentimiento de la vida cósmica, 1939; El espacio humano, 1969) y sus meditaciones estéticas sobre el ser (La Aparición, 1950), de un vigoroso misticismo poético que une simbolismo y conocimiento, llevan a Iberico a una vivencia de Dios, alma y cosmos.

En este momento histórico hay que mencionar también a Juan Bautista de Lavalle (n. 1887), filósofo del Derecho, y a José de la Riva Agüero y Osma (1885-1944), filósofo del Derecho, historiador, polígrafo, figura tradicionalista (Por la verdad, la tradición y la Patria, 2 vol., 1937-1938). En la inquietud y agitación social que siguen a la I Guerra Mundial aparece también una meditación marxista sobre la realidad peruana, como contrapartida al espiritualismo de la generación de 1920, con José Carlos Mariátegui (1895-1930), influido por Georges Sorel, Henri Bergson, Gobetti y Benedetto Croce en su interpretación de Marx. Heterodoxo en su línea, emprende una crítica del Perú (Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana, 1928) y considera al socialismo como reivindicación de valores espirituales. Una concepción vitalista del ser lo vincula a sus contemporáneos peruanos antes citados, pero lo hace sospechoso al oficialismo comunista; además, con José Carlos Mariátegui polemizan Riva-Agüero y Belaúnde. En relación con el marxismo se afirma al comienzo el aprismo, cuyo fundador Víctor Raúl Haya de la Torre (n. 1895) es más propiamente un idéologo (Teoría y táctica del aprismo, 1931), que dentro de la dialéctica ensaya una concepción histórica relativista valedera para Indoamérica (Espacio-tiempo histórico, 1948). Otros apristas: Luis Alberto Sánchez (n. 1900) y Antenor Orrego (n. 1892). El aprismo se ha apartado después del marxismo en busca de un socialismo vernáculo.

A la impronta bergsoniana de comienzos de siglo corresponde alrededor de 1930 la influencia alemana, en especial de la fenomenología en sentido amplio: Edmund Husserl, Max Scheler, Nicolai Hartmann, Martin Heidegger son, con Wilhelm Dilthey, Rudolf Eucken y Spranger, la base de la reflexión de diversos autores: Julio Chiribóga (1896-1956) continúa la línea de Alejandro Deustua e Ibérico, pero inclínase a Kant y Hartmann; Enrique Barboza (1903-1968); Manuel Argüelles (n. 1904); Carlos Cueto (1913-1969); Luis Felipe Alarco (n. 1913); Francisco Miró Quesada (n. 1918) se ocupa en positivismo lógico (Apuntes para una filosofía de la razón, 1962), intenta una ontología explicativa y presenta una ideología peruanista (Humanismo y Revolución, 1970); José Russo Delgado (n. 1917); Walter Peñaloza (n. 1920); Augusto Salazar Bondy (1925-1974), autor de Irrealidad e idealidad (1958), husserliano que se ha acercado al marxismo; Jorge Gmo. Liosa (n. 1925), orteguiano; Antonio Pinilla (n. 1924); Víctor Li Carrillo (n. 1929), especialista en filosofía griega.

Finalmente, en la línea de la revitalización filosófica producida por el neotomismo en el s. XX citemos: Mario Alzamora Valdez (n. 1909) (Introducción a la ciencia del derecho, 3 ed. 1967) y Jorge del Busto; asimismo Alberto Wagner de Reyna (n. 1915), estudioso de diversos temas de carácter «existencial» y de corrientes contemporáneas, valorando en particular la temática de los existencialistas cristianos Blaise Pascal y Søren Kierkegaard (La ontología fundamental de Heidegger, 1938; Lógica, 1945; El concepto de verdad en Aristóteles, 1952; Hacia más allá de los linderos, 1959; Destino y vocación de Iberoamérica, 1954; Idée et historicité de l’Unesco, 1968).

Autor: Cambó


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